sábado, 12 de septiembre de 2009

Archivero

Lo peor que me ha pasado es sufrir por encontrar un recuerdo y darme cuenta que nunca lo había tenido...

Archivero

Todos tenemos un gris y pesado archivero
guarecido en el oscuro desván de la mente.
Ahí se guardan los momentos más sinceros
siguiendo el orden con el que de fuera lleguen.

Bajamos a buscar un archivo en concreto
hallándole entre telarañas mentirosas,
arrojamos sobre ellas un soplo honesto
y nos aprestamos a abrirlo en un instante,
para recordar en la neblina del pasado seco,
como alumbraba la esperanza los senderos.

Del documento emanan torrentes de recuerdos
que inundan todos recoveco del sentimiento,
y tan inevitable como que la alegre nube
se deshaga por el tierno beso del viento,
nos vemos ahogados en nuestro tiempo viejo.

Sentimos como por dentro se nos muere el tedio,
como el corazón se torna sol de nuestro cielo,
como la razón se tira a la hamaca un segundo
dejando a nuestros instintos el campo abierto.

La locura se enraíza en lo profundo del cerebro,
la pasión exhalamos como el cisne su último aliento
y dejamos a la paz hacer un nido en nuestro cuerpo.

Pero, incluso, hasta la memoria tiene sus tiempos,
y harta de nuestra visita nos manda al presente
a seguir construyendo reservas de recuerdos.

jueves, 27 de agosto de 2009

El cielo

¿Y las lluvias no significan algo?

El cielo

El llanto del cielo ya a nada ni a nadie alegra,
ahora da miedo, destruye las viejas montañas
y obliga al hombre a regresar a sus nuevas cuevas.

Con sus sollozos, destellos de gran furia blanca,
en un suspiro su paz azul olvida y quema
y termina por enojar a la naturaleza.

Al cielo ya le interesa poco nuestra raza
nos volvimos el juguete nuevo con que juega
desde que nuestro aliento pintó de gris su cara
ocultando su naranja tez de cada mañana,
su rojo sentimiento con que las tardes puebla,
y sus nocturnas pecas con forma de simple estrella

El cielo recuerda cada una de nuestras ofensas
y en la tarde las soltará sobre nuestra cabeza

lunes, 3 de agosto de 2009

El momento

El momento

Cuando mi voz ronca se desgarre en el viento
y ya no sirva para llamar a nadie y nada,
siendo solamente el llanto amargo de un espectro
que vaga por el mundo clamando esperanza
para quienes murieron aguardando su regreso.

Cuando mis ojos por el dolor se queden ciegos,
sin ver a la realidad sincera y descarnada
en que he vagado desde que tengo recuerdos,
y ya no puedan llorar de rabia por el mundo
que día a día por nuestra mano va muriendo.

Cuando mis oídos no oigan más el cancionero
de quejas y reclamos que se ha ido acumulando
en las estanterías infinitas del anciano tiempo,
y sean sólo dos grandes adornos en mi cabeza
en donde la falsa alegría establezca su lecho.

Cuando mis brazos pierdan sus tensos muelles de hierro
y sean sólo aspas sin voluntad y fuerza propias,
dejándome a merced del vendaval de momentos
que el futuro furioso me va lanzando a diario,
esperando a que convierta la promesa en hechos.

Cuando de mis piernas se hallan deshecho los huesos
sin quedar de ellos ni la mas leve de las cenizas,
por tanto caminar sin rumbo por este frío suelo
en búsqueda de los sueños que se extraviaron,
cuando la humanidad conoció sus propios miedos.

Justo cuando me vuelva el prisionero de mi cuerpo
y ya no me sirvan ni siquiera los pulmones negros,
será libre el espíritu e intentara todo de nuevo
sólo que entonces, el resultado ya no será incierto.

sábado, 25 de julio de 2009

Las manos.

Las manos

Las sombras se arremolinan en tu frente
cegando tu mirada de miel y hielo,
y eres desahuciada en este paraíso
donde abundan cada día mas tuertos.

Y esa incertidumbre que resbala lenta,
conociendo cada rincón de tu cuerpo,
te lleva de vuelta a las manos que un día
recorrieron veloces el mismo trayecto.

El recuerdo te tranquiliza hasta que
llega otro, uno menos mentiroso y viejo,
uno en el que las manos sólo te gritan
que dejes de hacer tuyos sus sueños.
Un recuerdo en el que ya no te tocan
y te dejan sola en brazos de Morfeo.

El dolor y la desesperación te despiertan
y al presente regresas casi desfalleciendo,
con tu ceguera como única compañera
y sin aquellos labios que te daban aliento.

No sabes a donde ir, te quedas inmóvil
y sientes que sólo te guiara el miedo,
los tuertos pasan de largo frente a ti
y tu no puedes ni mirarlos un momento.

Te arrepientes de haber escuchado
a las manos que jugaban con tu pelo,
de haber caído en las dudas que iban
sembrando de a poco en tu cerebro.

Esas dudas que causaron que las dejaras
y decidieras dejarte guiar por el viento,
que sonriendo te terminó traicionando
y quisieras poder vivir en el recuerdo.

Pero hoy las manos te han reencontrado,
déjame abrazarte con ellas de nuevo.

martes, 21 de julio de 2009

Una breve historia (o la prosa que vengo haciendo...)

Si hay algo en la vida que nos hace estar seguros de que el suelo que pisamos es el suelo y no aire materializado, es indudablemente la rutina diaria. O al menos eso pensaba él, sentado al volante de su Tsuru color plata, atrapado en el tráfico matinal, asesino de los pulmones de esta ciudad. Como todos los días desde que consiguió este trabajo, él se levantaba a las 5:30 y realizaba, sin variar ni un ápice el ritual matinal: rasurarse, bañarse, desayunar (así le llamaba a tomarse un café mientras escuchaba las noticias por 10 minutos) y salir en su Tsuru rumbo al norte y perder una hora de su vida en el tránsito.

Mientras repasaba mentalmente su rutina diaria, un movimiento secuencial llamo su atención: en el coche de a lado (un BMW según registraron sus pupilas) había una pareja discutiendo de una forma un tanto agresiva, por decir lo menos. Nuestro amigo dentro del Tsuru se quedo observando por un momento, intentando adivinar que se decían pero sin tener éxito. Ante la inutilidad de sus acciones opto por subir el volumen del radio y tararear la canción que sonaba. Y mientras transcurrían los 3 minutos y medio de la canción de ritmos noventeros, algo volvió a llamar la atención de nuestro personaje hacia el BMW. Aparentemente la discusión había ido en aumento y ahora el hombre que manejaba el BMW tenía un rasguño en el rostro mientras la mujer abría la puerta del auto y salía corriendo en medio del congestionamiento vial, con el hombre corriendo tras ella. El conductor del Tsuru se quedó mirando la escena por unos minutos (los que le costo dirimir que en efecto eso ocurría y no era una telenovela) hasta que por fin entendió que lo que veía era tan real como el Volkswagen frente a él. Nunca le había tocado observar una pelea entre extraños en medio del transito y mucho menos el observar como un BMW era dejado abierto de par en par en medio de Calzada de Tlalpan y que nadie se acercara a robarlo…bueno lo último cambio rápidamente.

Dos hombres que aparecieron de repente se iban acercando hacia el BMW como si esperaran que nadie notara su avance. Para el hombre del Tsuru era obvio que iban a intentar llevarse el auto (algo un tanto complicado pues el transito no se movía) y decidió que debido a que su rutina había sido ya totalmente dislocada ( había tardado mas de los 40 minutos habituales en cruzar la Calzada para incorporarse al último tramo de su trayecto diario) y con un entupido impulso de heroísmo, decidió intentar hacer algo para evitar que le robaran el coche a la pareja. Así en cuanto los dos hombres pasaron frente a su automóvil decidió acelerar y aplastarlos con el coche de enfrente…sin embargo nuestro querido amigo del Tsuru calculó mal y terminó estampándose en el taxi que tenia enfrente. El conductor del vocho se bajo con una cara de profunda molestia y camino hasta la muerta del Tsuru, donde el conductor de este auto intentaba echar a andar su cerebro para elaborar unas palabras que convencieran al taxista de la heroicidad de sus acciones.
Justo cuando nuestro amigo descendía de su Tsuru con su cara de “no vas a creer lo que te voy a contar” se dio cuenta que el taxista llevaba un bat en la mano y una cara de “me has terminado de arruinar el día.” Lo que para nuestro personaje iba a ser una anécdota graciosa que contarle a sus compañeros de oficina se convirtió en la peor paliza que había recibido desde el segundo año de secundaria, acompañada por los gritos del taxista sobre como había arruinado su fuente de trabajo y que había dejado sin comida a toda su familia (cabe recordar que el vocho tiene el motor atrás…de ahí el enojo del taxista ante la estupidez del hombre del Tsuru)

Mientras era golpeado en el suelo ante la mirada de los automovilistas sumidos en su rutina diaria, el hombre del Tsuru pudo observar como los dos hombres que había intentado atropellar habían abordado el BMW y como el trafico comenzaba a avanzar habían empezado a alejarse del sitio donde nuestro personaje era golpeado con la furia de la desesperación.

Tras diez minutos de golpes, el taxista se cansó y abordo de nuevo su taxi…que pudo arrancar perfectamente. Ante el infortunio sufrido, el hombre del Tsuru había confirmado su tesis inicial: La rutina es lo único capaz de darnos la más absoluta seguridad de que no seremos golpeados en cualquier instante.

lunes, 13 de julio de 2009

Posibilidades.

Porque el reino de las posibilidades es el reino de la literatura....

Posibilidades.

Si el cielo plomizo no se empeñara
en llorarnos sus penas al hombro,
y en su lugar a partir de mañana
fuese sólo reflejo del mar absorto,
¿Qué nos quedaría a los hombres
para sentir que no lloramos solos?

Si el desierto por fin se arrepintiera
de su abstinencia a beber el llanto,
y rehabilitara su tranquila arena
para transformarla en verde campo,
¿Donde queda la soledad, su inquilina,
que en ocasiones nos toma de la mano?

Si un día la luna se quedara dormida
sin salir a mirarnos desde su balcón,
arrebatándonos todas las esquinas
donde sus rayos iluminan al amor
¿Seríamos felices bajo un vigía
como es el recto y amargado sol?

Si mañana las mentiras volaran lejos,
y nos dejaran desnudos a la verdad
y volvieran al país donde nacieron,
cerrando el cielo para no regresar
¿Acaso aún tendría sentido darle
un valor a la inevitable verdad?

Si la tristeza por fin se suicidara
y tan sólo dejara en su testamento
que nos deja al cuidado de su hermana ,
la felicidad, ese famoso cuento
¿Por fin reiríamos como los locos,
sin temerle a la terrible nada?

Yo no quiero que pase nada de esto…

Porque si el cielo ya no llorara
perdería los besos de tu nostalgia,
si la soledad fuera desahuciada
tendría que irse hoy de mi cama,
pues el sol con su fría mirada
terminaría por arrebatármela.

Sin mentiras que nos sacaran del bache,
no habría verdades tras el estante.

Sin tristezas que causaran el hondo llanto,
no habría alegrías que los ojos celebraran
con recuerdos húmedos de llantos pasados.

Porque la tristeza es solamente la hermana
que por su belleza provoca lágrimas,
y la alegría es la que por simpática,
nos causa de vez en cuando carcajadas.

viernes, 3 de julio de 2009

Los capitalinos.

Somos muchos quienes habitamos esta ciudad. Somos muchos y muy diferentes al resto de los demás.
Quimeras de la capital.

Con el caos encajado en nuestros cuerpos,
trastornando nuestra humana naturaleza
para convertirnos en una nueva quimera
capaz de vivir sin ver estrellas en el cielo.

Habitamos el caldero donde se cuece
nuestro destino, cuyo voraz fuego quema
nuestros pulmones y nuestras negras conciencias.

Donde no respiramos más aquel aliento,
de la primavera sobre el campo verde,
donde inhalamos un desecho que crece
en medio del más camaleónico sueño,
donde el sol alumbra sin quemar la noche.

Somos la especie que duerme con la cordura
y renta por cincuenta pesos un cuarto de hotel
a una insípida locura que vaga por el orbe
buscando al fantasma perdido de la luna.

Somos la especie que vive en el fraternal odio
de saberse dueños de un desierto largo y negro
y tener que entregar un poco de el a aquellos
que no son sino otros monstruos como nosotros.

No somos mas una raza en bronce fundida,
ni herederos de Cuauhtemoc ni del Quijote,
somos otra cosa vagando por el horizonte
buscando entender un poco mejor al mundo,
gritándole a dios en su cara por el simple gusto,
hacemos música con tan sólo un balbuceo
y anhelamos viajar para pisar otros musgos.

Pero aun cuando del cielo nos venga el diluvio,
jamás dejaremos de querer un solo segundo,
a este caldero, a éste preso de los volcanes,
porque en su caos y su desorden tan salvaje
nos vemos a nosotros fielmente reflejados.

Somos una extraña aleación compuesta
por un corazón de cimientos de bronce
por el plomo que se funde en nuestras venas,
por los huesos de hierro que nos sostienen
a pesar de que hoy aprieta la tormenta,
por el fuego que vive en nuestras mentes,
por el frío de nuestro lago de problemas
y por el recuerdo del amor perdido
un día en que la tierra nos devoraba.