martes, 21 de julio de 2009

Una breve historia (o la prosa que vengo haciendo...)

Si hay algo en la vida que nos hace estar seguros de que el suelo que pisamos es el suelo y no aire materializado, es indudablemente la rutina diaria. O al menos eso pensaba él, sentado al volante de su Tsuru color plata, atrapado en el tráfico matinal, asesino de los pulmones de esta ciudad. Como todos los días desde que consiguió este trabajo, él se levantaba a las 5:30 y realizaba, sin variar ni un ápice el ritual matinal: rasurarse, bañarse, desayunar (así le llamaba a tomarse un café mientras escuchaba las noticias por 10 minutos) y salir en su Tsuru rumbo al norte y perder una hora de su vida en el tránsito.

Mientras repasaba mentalmente su rutina diaria, un movimiento secuencial llamo su atención: en el coche de a lado (un BMW según registraron sus pupilas) había una pareja discutiendo de una forma un tanto agresiva, por decir lo menos. Nuestro amigo dentro del Tsuru se quedo observando por un momento, intentando adivinar que se decían pero sin tener éxito. Ante la inutilidad de sus acciones opto por subir el volumen del radio y tararear la canción que sonaba. Y mientras transcurrían los 3 minutos y medio de la canción de ritmos noventeros, algo volvió a llamar la atención de nuestro personaje hacia el BMW. Aparentemente la discusión había ido en aumento y ahora el hombre que manejaba el BMW tenía un rasguño en el rostro mientras la mujer abría la puerta del auto y salía corriendo en medio del congestionamiento vial, con el hombre corriendo tras ella. El conductor del Tsuru se quedó mirando la escena por unos minutos (los que le costo dirimir que en efecto eso ocurría y no era una telenovela) hasta que por fin entendió que lo que veía era tan real como el Volkswagen frente a él. Nunca le había tocado observar una pelea entre extraños en medio del transito y mucho menos el observar como un BMW era dejado abierto de par en par en medio de Calzada de Tlalpan y que nadie se acercara a robarlo…bueno lo último cambio rápidamente.

Dos hombres que aparecieron de repente se iban acercando hacia el BMW como si esperaran que nadie notara su avance. Para el hombre del Tsuru era obvio que iban a intentar llevarse el auto (algo un tanto complicado pues el transito no se movía) y decidió que debido a que su rutina había sido ya totalmente dislocada ( había tardado mas de los 40 minutos habituales en cruzar la Calzada para incorporarse al último tramo de su trayecto diario) y con un entupido impulso de heroísmo, decidió intentar hacer algo para evitar que le robaran el coche a la pareja. Así en cuanto los dos hombres pasaron frente a su automóvil decidió acelerar y aplastarlos con el coche de enfrente…sin embargo nuestro querido amigo del Tsuru calculó mal y terminó estampándose en el taxi que tenia enfrente. El conductor del vocho se bajo con una cara de profunda molestia y camino hasta la muerta del Tsuru, donde el conductor de este auto intentaba echar a andar su cerebro para elaborar unas palabras que convencieran al taxista de la heroicidad de sus acciones.
Justo cuando nuestro amigo descendía de su Tsuru con su cara de “no vas a creer lo que te voy a contar” se dio cuenta que el taxista llevaba un bat en la mano y una cara de “me has terminado de arruinar el día.” Lo que para nuestro personaje iba a ser una anécdota graciosa que contarle a sus compañeros de oficina se convirtió en la peor paliza que había recibido desde el segundo año de secundaria, acompañada por los gritos del taxista sobre como había arruinado su fuente de trabajo y que había dejado sin comida a toda su familia (cabe recordar que el vocho tiene el motor atrás…de ahí el enojo del taxista ante la estupidez del hombre del Tsuru)

Mientras era golpeado en el suelo ante la mirada de los automovilistas sumidos en su rutina diaria, el hombre del Tsuru pudo observar como los dos hombres que había intentado atropellar habían abordado el BMW y como el trafico comenzaba a avanzar habían empezado a alejarse del sitio donde nuestro personaje era golpeado con la furia de la desesperación.

Tras diez minutos de golpes, el taxista se cansó y abordo de nuevo su taxi…que pudo arrancar perfectamente. Ante el infortunio sufrido, el hombre del Tsuru había confirmado su tesis inicial: La rutina es lo único capaz de darnos la más absoluta seguridad de que no seremos golpeados en cualquier instante.

3 comentarios:

Atenas dijo...

jummm bien tengo que hacer un par de comentarios respecto a este texto, pero de esos comentarios que prefiero hacer en privado... jajaj en fin

Angie dijo...

mmm podrías tener razón pero la monotonía no es lo mio =)

ernestorab dijo...

Uyyy pero a veces la rutina se puede volver aburrida. por eso espero que mi vida esté llena de viajes!